Goldcorp, Honduras



“A pesar de toda la evidencia sobre el drenaje ácido que sale de la mina, la compañía ha negado —en programa de televisión en vivo— que ellos hayan causado la contaminación. Esto no solo es exasperante, sino que no le hace ningún favor a la compañía misma. Si Goldcorp fuera honesta sobre los problemas que ha encontrado en la mina San Martín, los observadores independientes podrían tener algún grado de confianza en que los pasos que se están tomando para solucionarlos van a funcionar. En conclusión, no existe la posibilidad de solucionar la situación simplemente abandonando los lugares minados, así que la compañía se tiene que comprometer a un monitoreo (independiente, digo yo) del sitio a largo plazo, para prevenir que el drenaje ácido de mina y los problemas de erosión vuelvan a ocurrir en el futuro”, traducción mía de lo que expresó el profesor Paul Younger, experto internacional en el manejo de agua de minas, quien revisó el plan de cierre de la mina San Martín, propiedad de Goldcorp en Honduras, y encontró evidencia de drenaje ácido de mina durante una visita al Valle de Siria.

Las autoridades hondureñas y, ¡por supuesto!, la compañía sabían de la contaminación, pero tuvieron que intervenir organizaciones extranjeras (CAFOD: una agencia de iglesias católicas europeas que colabora en proyectos en países en vías de desarrollo y la organización canadiense Desarrollo y Paz) para solicitar la investigación que involucró al profesor Younger y a especialistas en minería de la Universidad de Newcastle para que se confirmara lo que las comunidades habían denunciado desde hace más de un año.

“A pesar de que Goldcorp insiste en negarlo, la nueva información provee evidencia irrefutable de que la mina San Martín ha causado contaminación en Honduras. Este es el último de una larga lista de problemas en la mina. Goldcorp debe poner las cosas en orden, para no dejarle un legado tóxico a la gente del Valle de Siria cuando su compañía (que allá se llama Entre Mares) abandone Honduras al final del año”, asegura Sonya Maldar, la analista de políticas extractivas de Cafod. Además de la contaminación, la población del Valle de Siria ha sufrido daños de salud, escasez de agua, pérdida de tierras cultivables y deforestación.

Es fácil creer que la transnacional canadiense niegue sus “hazañas” en Honduras con el mismo cinismo con que reacciona a las quejas de los habitantes de Sipacapa y San Miguel. Acá, cuando los vecinos de la mina se quejaron porque sus casas se estaban rajando, la respuesta de los personeros locales de Goldcorp, en San Marcos, conocida como Montana ExploTadora, explicaron que la causa de las rajaduras es el altísimo volumen al que acostumbran escuchar la música. La mina, ¡nada que ver!

Tuvieron que venir ingenieros norteamericanos a probar que el origen de las rajaduras son las detonaciones para romper la roca y el constante paso de los gigantescos camiones en los que transportan los pedazos de montaña para ser triturados finamente en los molinos. Acá y allá, Goldcorp se comporta con prepotencia y desprecio hacia los habitantes del país que explota. Allá y acá, las comunidades locales no cuentan con los recursos para defenderse. Allá y acá, tienen que venir expertos y ayuda extranjera para probar las fechorías de los poderosos mineros. Acá y allá, el Gobierno es incapaz de proteger a su gente. Acá, allá y en cualquier otra parte del mundo, la minería moderna de oro es un proceso que destruye, enferma, empobrece y corrompe.

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